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septiembre 26, 2009

El Poder Político de la Iglesia


El poder político de la Iglesia emanó de su tremenda influencia espiritual. El Papa, como jefe de la Iglesia y soberano moral de los pueblos, intervenía en los conflictos internacionales ya como mediador o ya como parte de ellos, siendo su opinión o autoridad muy respetada y considerada.

Asimismo los Soberanos Pontífices lograron aumentar su influencia política cuando formáronse los estados pontificios de los que llegaron a ser sus soberanos.
San Bonifacio VIII, refiriéndose a la autoridad de la Iglesia, se expresaba de la siguiente manera:

"Existen dos gobiernos: el espiritual y el temporal, y ambos pertenecen a la Iglesia. El uno está en manos del Papa, y el otro en manos de los reyes, pero éstos no pueden hacer uso de él sino por medio de la Iglesia, según la orden y con el permiso del Papa. Si el poder temporal se tuerce, debe ser enderezaddo por el poder espiritual. Asi, pues, declaramos, decidimos y pronunciamos que es absolutamente necesario, para salvarse, que toda criatura humana esté sometida al pontífice romano."


El espíritu religioso estuvo fuertemente arraigado en la Edad Media. Los hombres no tenían más ideales, más aspiraciones ni más preocupaciones que ser buenos católicos y esperar, finalmente, una recompensa en el cielo. No les interesó los problemas del hombre, del mundo ni de la vida. Debian cumplir sólo con los sacramentos de la Iglesia: bautismo, confirmación, matrimonio, confesión, ete. Las guerras de las Cruzadas y el arte, son, precisamente, la expresión del intenso fervor religioso que imperó en la Edad Media.


El poder de los Papas quedó consolidado, cuando éstos hiciéronse de territorios y formaron en ellos los llamados Estados de la Iglesia. La autoridad de los jefes de la Iglesia continuaba, asi, siendo grande; pero surgieron razonamientos y conflictos entre éstos y los reyes por las cuestión de las investiduras, o sea la facultad de nombrar a las autoridades eclesiásticas. Los reyes, se creían con el derecho de continuar designando a los obispos, arzobispos, etc.; pero los Papas, reclamaron para sí tal prerrogativa; entonces, se produjeron prolongadas luchas. Finalmente triunfó la Iglesia, pues, los únicos que, en adelante, tendrían dicha facultad serían los Papas.

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