Las letras inglesas hacia el año Mil
Durante los últimos años del siglo X y la primera mitad del XI, la prosa en inglés antiguo (anglosajón) alcanzó su momento de esplendor. A la prosa histórica -las crónicas- y a la abundante prosa de homilias hemos de añadir el inicio de la prosa científica e, incluso, lo que, adentrándose en un terreno reservado hasta aquel momento solo para el verso, llamaríamos prosa de ficción.
Aelfric, abad de Eynsham, fue la figura literaria más significativa del momento. Aunque escribió la mayor parte de su obra en latín, destacan en ellas sus sermones en lengua inglesa, Homiliae Catholicae y Passiones Sanctum, que son un prodigio de sobriedad y armonía estilísticas y de habilidad en el uso de las antitesis y las aliteraciones. Y en su versión de los siete primeros libros del Antiguo Testamento -Heptateuch-, fue el primero en encontrar un estilo bíblico apropiado para el inglés.
Su maestro y amigo, Wulfstan, arzobispo de York, empleó en sus sermones un estilo muy distinto, encendido y profético, sobre todo en el conocido Sermo Lupi at Anglos de 1014, en que explica los horrores de la invasión danesa reciente como un castigo por los pecados y como un anuncio del final del mundo que se avecina, y que termina con un patético
Lo mismo puede decirse de la Anglo-Saxon Chronicle, que describe con singular viveza los transtornos de la invasión mencionada, y, sobre todo, de la invasión y la conquista normandas, cuyos efectos habían de resultar tan trascendentales para el país. En efecto, el año 1066 marcó una línea divisoria en la historia inglesa. Guillermo el Conquistador arrasó la corte, las noblezas y las altas jerarquías de la Iglesia y las sustituyó por otras, normandas, de habla francesa. La sociedad, la cultura y la lengua inglesas quedaron como decapitadas. Naturalmente, la gran masa de la población siguió hablando en inglés, pero durante muchas décadas la única literatura inglesa conocida fue de tipo oral. La literatura inglesa no recuperó el terreno perdido hasta bien entrado el siglo XIV. Únicamente la prosa devocional no sufrió interrupción, particularmente en el oeste, donde la influencia francesa fue menor.
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