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abril 18, 2010

La Música en el mundo Paleocristiano


Los primeros cristianos, congregados clandestinamente en sus templos subterráneos, repudiaron la música, pues sus sonidos eran el eco de la vida pagana que los rodeaba: los cantos y bailes sensuales de una ciudad materialista y guerrera, los clarines de los triunfadores, cuyos sones orgiásticos apagaron los lamentos de los hermanos mártires, víctimas del populacho y de las fieras circenses.

Aquí hay que recordar y nombrar a una de esas víctimas, cuya figura idealizada y simbólica inspiró a tantos grandes pintores: Santa Cecilia, la patrona e "inventora" de la música según la fe cristiana, que murió martirizada en Roma, en 232 d.C., y cuyo cuerpo fue hallado el año 1599 en un milagroso estado de conservación.

En el año 54 d.C., San Pedro se trasladó a Roma y fundó la sede del catolicismo. Él fue quien enseñó a rezar a los cristianos en las catacumbas y él también quien iluminó sus reuniones nocturnas con los cantos sacros orientales que le eran familiares por su larga permanencia en Antioquía. Y como esta música era fundamentalmente distinta de la romana de aquella época y como en ella se pudo volcar todas las ansias por una vida celestial y el paraíso eterno, los cristianos elevaron pronto sus voces hacia Dios mediante un canto religioso que derivaba de antiguos orígenes asiáticos y llegaba a través de la música hebrea. De esta suerte nació la música cristiana, y a partir de este momento, la historia de la música, durante diez siglos, estará tan adherida al cristianismo que ambas registrarán una misma historia; los senderos de la música serán los que recorran apóstoles y misioneros; las formas musicales se hallarán estrictamente sujetas al culto religioso.

Poco a poco se desarrolla la nueva música cristiana hasta lograr una forma bien definida: ejecutada hasta hoy, aunque con largos interregnos, en las iglesias, es generalmente conocida como Canto Gregoriano. Queda así inmortalizado (si no lo fuese ya por la historia) el recuerdo de un gran papa, San Gregorio Magno (540? - 604 d.C) como una de la primeras figuras esclarecidas de nuestra música: él, con el concurso de algunos colaboradores, ordenó, recopiló y editó todos los cantos religiosos de oriente y occidente, y dictó leyes para su ejecución, logrando así la admirable unidad de la música cristiana. Su "Antifonario Gregoriano" fue anudado con una cadena al altar de San Pedro, donde permaneció por muchos siglos.

Una vez afirmada la posición de la música dentro de la comunidad cristiana -y eso se logró al abandonar la lobreguez de las catacumbas, cuando Constantino, en el Concilio de Nicea en 325 d.C legitimó el cristianismo como religión oficial del Imperio-, el canto religioso se convierte en instrumento de catequización. Donde no pudo llegar la palabra sacerdotal, porque los pueblos no entendían el latín, ni los misioneros el idioma de los nativos, o bien porque los paganos se negaban a escuchar las profecías de otra religión, allí llegó facilmente la música, convirtiendo a la nueva fe a cuantos quedaron prendados de la belleza de sus melodías, cantadas con mucho arte y expresión. Se verá después el mismo fenómeno en la conquista espiritual de los indígenas americanos, especialmente en las expediciones por los ríos Paraná y Paraguay; serían mil años más tarde, los mismos cantos de aquel entonces...

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